Madrid es ahora una gran ciudad que experimentó su mayor crecimiento durante el pasado
siglo XX, con la anexión de los pueblos limítrofes decretada por Franco a mediados de dicho
siglo, y la inmigración interior ocurrida en los años sesenta. Dichos fenómenos configuraron
realidades sociales y urbanas que todavía hoy perviven, y constituyen gran parte de su riqueza,
no siempre visible por el resplandor que emana del centro comercial y turístico.
Muchos de los pueblos anexionados conservan sus antiguos cascos históricos, y han tenido sus
propios procesos de crecimiento urbano y migratorio, hasta el extremo de que todavía es
frecuente oír a de sus habitantes decir eso de “voy a Madrid” cuando van al centro. Esta
historia diversa ha configurado barrios con su propia personalidad e identidades sociales, a los
que se han añadido las migraciones procedentes del interior en los 60, cuyas personas
aportaron sus peculiares formas de vivir el pueblo dentro de una ciudad. Y finalmente las
migraciones de otros países completan este mapa social rico y diverso que se vive en los
barrios de la ciudad.
Son muchas las personas convencidas de que la anexión al “gran Madrid” no causó ningún
beneficio a los antiguos municipios; bastaría ver el desarrollo ocurrido en los últimos 40 años
en los municipios cercanos que no fueron anexionados, para comprobar que muchos de los
impuestos recaudados en la periferia van dirigidos al centro escaparate de la gran ciudad, en
lugar de gastarse en sus lugares de procedencia.
Por eso es necesaria una descentralización radical de la ciudad, con distritos y barrios que
tengan competencias reales, y presupuesto y personal para poderlas llevar a cabo. Y para que
esto funcione es preciso dotar también a estas estructuras administrativas de órganos políticos
elegidos democráticamente por los vecinos, como ocurre en otras muchas grandes ciudades
mundiales, estableciendo los mecanismos de relación necesarias entre ambos ámbitos de
competencia.
Pero hablar del Madrid de los barrios no es sólo hablar de la periferia, pues en diversas zonas
centrales de la ciudad perviven también estas relaciones sociales que identifican la vida de
barrio, con su tejido social y relaciones de vecindad, consiguiendo que el entorno cercano sea
una prolongación del ámbito más personal, siendo el barrio el lugar donde no nos sentimos
extraños sino acogidos.