Devolver el control de los servicios públicos a las vecinas y vecinos

Las remunicipalizaciones –con subrogación del personal– son una de las piezas centrales del municipalismo democrático porque implican la recuperación del control colectivo de los servicios públicos. Hay contratos importantísimos que hoy están en manos de empresas no siempre preocupadas por la buena marcha del servicio y las condiciones laborales de los trabajadores. Algunos de los esenciales son el de limpieza, el de zonas verdes o el de vías públicas. Creemos que son áreas que podrían ir muchísimo mejor. ¿Quién de Usera, Vallecas o de cualquier otro distrito del Sur no piensa que se lo tendrían que currar un poco más en su barrio? Ay, Madrid, ¿dónde vas?

Otras cosas que nos gustaría que estuviesen gestionadas de forma más democrática y más afinada serían las instalaciones deportivas, las escuelas municipales de música, las escuelas infantiles, los centros culturales y también los servicios básicos de limpieza y mantenimiento de edificios municipales. Más democracia, más pasta, más trabajadores, más calidad de los servicios de y para todas.

Hay un sentido más común de lo que parece ahí fuera que reconoce que los que cuidan la ciudad, la adecentan y la mantienen lista para que la habitemos deberían ser trabajadores al servicio de todas y no gente que curra para que una empresa haga caja.

Una ciudad para sus habitantes y no para los especuladores

Madrid ¿qué te pasa? No sabemos a dónde vas ni cuál es el espíritu que te mueve. A veces son grandes operaciones especulativas, a veces se peatonalizan las áreas comerciales, mientras algunos de los barrios que caminamos y habitamos languidecen de aburrimiento y dejadez. Sí, el PP quiso un centro comercial surcado por miles de coches, y nosotros creemos que la sangre de la urbe son las personas y no las máquinas. Pero en los últimos años tampoco hemos visto una senda muy clara. ¿Ha habido una propuesta alternativa a la vigente desde el PGOU de 1997? ¿Se ha conservado el patrimonio urbano de todas? ¿Se han generado procesos que realmente democraticen las decisiones para que podamos opinar sobre el destino de la ciudad que habitamos? No sabe no contesta.

Queremos romper con este modelo y que se paralicen los grandes proyectos urbanísticos pendientes para escuchar a las personas que viven en Madrid y que tiene que poder decidir sobre su configuración. Podríamos empezar por la Operación Chamartín y los macrodesarrollos del Sureste, hasta llegar a esas actuaciones más pequeñas que afectan a la almendra central de la ciudad (Cocheras de Cuatro Caminos, TPA, etc.) Venga, que se puede hacer mejor. ¡Se debe hacer mejor! Lo veremos más claro cuando hagamos una auditoría pública y social de todas ellas.

También estamos perdiendo el centro, la gente se va marchando, pronto será un Eurodisney con precios solo aptos para determinados turistas donde solo podrás actuar como extra pero no vivir. ¿Gentrificación? ¿Turistificación? Son nombres horribles, hagamos algo por frenarlos. Madrid para quien la habita.

No nos gustan las fronteras, tampoco la parte la ciudad en dos: entre barrios ricos y pobres. El Sur también existe y tiene que ascender unos peldaños para igualar la esperanza de vida, y los niveles de educación, inversión, acceso a la vivienda y al trabajo que tiene el Norte.

Tenemos muchas ideas (buenas) y seguro que a ti se te ocurren muchas más para hacer una ciudad buena para vivir y no solo para hacer negocio.

Políticas de vivienda para un Madrid sin desahucios

Todas vivimos en nuestras carnes el problema de la vivienda. La situación es insostenible. Políticas de vivienda ¿dónde estáis?, no os vemos. Hay urgencia, hay desahucios hipotecarios y cada vez más, desahucios por impago de alquiler. ¡Hola burbuja! Huelga decir que sin tener un techo garantizado, un rincón que podamos llamar hogar, todos los demás derechos quedan colgando de un hilo: las personas sin casa pierden su estatuto de ciudadanía y lo tienen muy difícil para sobrevivir en condiciones. Creemos en una política de vivienda que conciba de manera integral los derechos habitacionales y que se enfrente a las inercias que están en la base del modelo urbano madrileño. Estas inercias neoliberales y mercantilizadoras han convertido el derecho a techo en una manera de hacer dinero dejándonos literalmente a la interperie. Pero ¡sí se puede!

Descentralización e independencia de los distritos

Las grandes capitales cada vez son más descentralizadas, centrípetas y federales. Madrid no puede ser la excepción. El proceso de centralización llevado a cabo por el ex-celentísimo Ruiz Gallardón y el modelo de gestión a gran escala de los servicios urbanos son imposibles de revertir si no se incluye en ellos la construcción de una ciudad que empiece a gobernarse en escalas más reducidas, de menor tamaño. (Y con más participación.)

Distritos como Vallecas, Vicálvaro o Carabanchel podrían ser reconocidos como entidades municipales propias federadas a escala metropolitana, pero con la autonomía suficiente que les permita incidir en las prioridades que ellos mismos tienen que fijar. Si no, la actual estructura solo beneficia a los barrios más ricos y céntricos. (Todo para Madrid Centro, nada para los barrios.)

Por un nuevo metabolismo urbano de carácter ecológico

La ciudad de Madrid es un organismo herido que necesita una operación a corazón abierto: una revisión de los parámetros medioambientales y de su impacto en el territorio. Lo sabemos. Lo vivimos. Hay problemas de contaminación, con el cambio climático y la isla de calor. ¿Qué pasa con la basura y desechos que producimos? ¿Cómo afecta el centro de gestión de residuos de la ciudad –Valdemingómez– sobre nuestra salud y nuestra calidad de vida? Esto no es sano.

Sí, se ha iniciado un buen camino con políticas de calidad del aire y movilidad que se tienen que ampliar a otros ámbitos (residuos, energía, agua, protección del suelo y medidas de lucha contra el cambio climático). Pero todavía hay mucho por hacer. Por ejemplo, remunicipalizar los servicios urbanos y ambientales –conservando a los trabajadores– o crear una empresa pública de energía como han hecho otras ciudades como Cádiz o Barcelona. ¡Bravas! Nuestras depuradoras también pueden ser actualizadas para conseguir un agua mejor con la que poder regar parques y jardines. Sobre movilidad y calidad del aire, solo señalar que ¡el sur también existe! (Hay mucho por hacer.)

Por un Madrid de igualdad

Pues eso, no se puede hablar de democracia hoy sin poner en el centro las demandas del feminismo. Lo vimos en el 8M y lo vemos en cada movilización. Este movimiento tiene mucho que aportar para construir una ciudad más justa e igualitaria: una ciudad que luche contra las violencias machistas, por los derechos reproductivos, que trabaje en disolver la división sexual del trabajo o que haga un urbanismo más social que tenga en cuenta lo común y el problema de la vivienda (sí, de todo eso también va el feminismo). Las demandas relacionadas con la reproducción social –lo que llamamos “cuidados”– sirven para pensar la interdependencia humana como base de una ciudad más humana, como el corazón de una nueva comunidad que hiera de muerte al individualismo que nos imponen. No solo luchamos por la igualdad entre hombres y mujeres, sino que proponemos una redistribución de la riqueza y del poder en todos los ámbitos.

El feminismo reconoce la importancia de un trabajo en los ámbitos más cercanos: en nuestros barrios, con nuestras vecinas y vecinos y en redes de apoyo mutuo. (Sin olvidar que estas redes se tejen en muchos lugares que combaten la mercantilización de la ciudad y generan espacios para el encuentro como los centros sociales autogestionados.) Desde la base y para conseguir cambios desde ya, pero sin olvidar que esos cambios tienen que reflejarse también en las instituciones que gestionan la riqueza social que producimos entre todas. Todo el cuidado no pagado que hacemos las mujeres de forma invisible y que sostiene el sistema, debería volver a nosotras en forma de derechos sociales.

En esta articulación virtuosa entre lo cercano y lo institucional es en donde reside la verdadera potencia del municipalismo feminista: exigir redistribución directa y servicios públicos o comunes de carácter universal para sostener los niveles de vida de la mayoría, generar propuestas y políticas que promuevan la asunción colectiva de los cuidados y mucho más. Crear, dar forma, anudar una ciudad no como espacio de acumulación de capital sino para vivir vidas que merezcan la vida ser vividas. Desde el feminismo lo queremos todo. El municipalismo será feminista o no será.

Libertad de movimiento y acabar con el racismo institucional

Madrid está tejida con hilos de diferentes procesos migratorios. Los madrileños son hijos e hijas de la inmigración, con orígenes en otros puntos del país y también vienen de mucho más lejos. Nuestras nuevas vecinas comenzaron a ocupar los puestos de trabajo más precarizados, aquellos requeridos por una economía urbana centrada en el sector imobiliario-turístico y ávida de brazos baratos que cubrieran sus necesidades de cuidados o las del sector servicios.

Pero la ley de extranjería les condena a una posición de no ciudadanía que dificulta o directamente impide su acceso a derechos básicos. Para empezar, muchas veces, la libertad de moverse por la ciudad y la posibilidad de acceder a una renta. En estas condiciones, las vidas de las personas de origen extranjero y de sus hijos se convierten en vidas de segunda o tercera. Por todo ello, desde el movimiento municipalista el reto es construir una alianza con todos los espacios que en la actualidad están peleando por la libertad de movimiento y el antirracismo, así como recoger y luchar juntas por sus/nuestras demandas. Por una ciudad de todas. Sus derechos nos concierten y mejoran la vida de todas.

El municipalismo será democrático y de base o no será

A ver, por mucho que lo repitan, municipalismo no es igual a política municipal. El municipalismo implica democracia. Implica empezar por los niveles institucionales más cercanos a las personas en los que no hay separación entre gobernantes y gobernados. Municipalismo es participación directa y autogobierno; un proyecto que desborda el ámbito institucional y que se apoya en los sectores sociales organizados y en las personas activas de la ciudad.

Esto estaba en el corazón de la propuesta del 2015. De ahí su pluralidad, el estricto código ético, la primarias abiertas y proporcionales, el procedimiento de revocatorios, y la idea de establecer un sistema de contrapesos al equipo municipal que convirtiese al programa no en un cuadernillo de “sugerencias”, sino en una guía de obligado cumplimiento.

La Bancada apuesta por espacios amplios y plurales, por sistemas de control –no os fiéis de nosotros, nosotros no lo hacemos– y por el reconocimiento de todos aquellos actores –sindicatos, asociaciones, centros sociales, etc.– que aunque no estén directamente implicados en la candidatura son los que forman el sustrato político de esta ciudad. Sobre ellos nos vamos a impulsar para cambiar las cosas. Solas no podemos.

Cultura financiera, ciudad marca y ciudad listilla

La Smart City es una marca, una propuesta del poder corporativo que parece ofrecer soluciones fastfood a los problemas sociales y políticos. Desde una perspectiva política y económica, la “Ciudad Listilla” solo puede entenderse dentro del contexto del neoliberalismo. Para seguir siendo competitivos en la era de las política austericidas, los representantes públicos entregan nuestros espacios urbanos, nuestras infraestructuras materiales e inmateriales y todos esos servicios que antaño eran municipales, al feliz matrimonio entre la industria financiera y la tecnológica. Porque lo que realmente significa la Smart City es “Ciudad Privada”. Todo ello aderezado con mucha salsa de entusiastas narrativas en torno a crear “las ciudades del futuro”. Mira, no nos vengáis con rollos, la ciudad del futuro, o la hacemos entre todas o si nos las hacen las empresas sobraremos nosotros.

Nos romperemos juntas la cabeza para pensar cómo las ciudades pueden recuperar el control no solo sobre la tecnología, los datos y las infraestructuras, sino también sobre los servicios mediados por tecnologías inteligentes como servicios públicos, transporte, educación y salud. También por averiguar cómo los sustituiremos por regímenes de propiedad de datos colectivos, innovación desde la base y modelos de servicios públicos radicalmente democratizados.